CRÓNICAS Y REPORTAJES

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Sábado, 6 de abril de 2013

VISITA A SAMOS Y O CEBREIRO

     Unos minutos antes de las 8 y media de la mañana, un grupo de Caballeros estamos esperando el autobús, que nos recoge en la Plaza de Orense, como estaba programado.

     Hace frío. Mañana con nubes y poca luz. Espero que el agua, no nos moje durante el día. En la próxima parada de Cuatro Caminos, se incorporan más Caballeros. Saludos y parabienes.

     Un grupo de gaviotas, con grandes movimientos de alas, se refrescan inquietas en la Fuente que hace de rotonda. Van y vienen sin descanso y alborotan. Es quizá el único sonido que llena la plaza, sin el ruido del molesto tráfico rodado. Es sábado y temprano.

     Iniciamos la marcha hacia Lugo, a las 9,45. El sol pelea entre las abundantes nubes, tratando de dominar el cielo ¿Podrá hacerlo? La Presa de Cecebre, llena hasta el borde de sus orillas. Por una cuesta lateral y en un estrecho sendero, sube lentamente una moto, llevada por su piloto. Un caballo que pasta en el prado, la sigue a trote corto. Que gran contraste.

     Mucho verde en el paisaje. Verde tristón y oscuro, después de éste invierno tan largo y lluvioso. Solo los tojales, están esplendorosos, llenos de flores doradas, como el oro. Los pinos llenos de flores enhiestas hacia el cielo y las ramas de los árboles de hoja caduca tienen como unas tenues sombras de pelusa transparente que luchan por cubrir las desnudas ramas. Cosas de ésta tardía primavera. En la lejanía, los molinos eléctricos y destacando entre todo éste paisaje, los eucaliptos erguidos y vigilantes, dominándolo todo.

     Dejamos atrás Lugo, la ciudad de la Muralla y nuestra primera etapa, para desayunar, en las Torres de Núñez. Abundante y rico todo. Se agradece el café caliente. Empieza a llover.

      Son las 10.35 y seguimos hacia Samos. El paisaje es distinto. Grandes zonas de verdes pastos, te recuerdan una alfombra de diversas medidas y tonalidades. Ha salido el sol, por fin. Quiero dejar constancia de una instructiva y clara conversación, entre dos Caballeros, sobre el problema de la recolección de melones, “que crecen en las copas de los eucaliptos”. Discutían, si era mejor, recogerlos con una red, desde un avión, o con anzuelo y sedal, desde un helicóptero...

     Atravesamos Sarria. Luce un hermoso sol reconfortante. Pasamos el río y seguimos. Desde esta población, suelen muchos romeros, iniciar el Camino de Santiago. Son 100 kilómetros de distancia los exigidos, para conseguir la Compostela, o certificado del Camino.

     Los montes enseñan sus extractos de pizarra, entre los tojos y los brezos. La carretera no es la de antes. Muchas curvas y estrecha. La nieve corona todos los altos de la montaña. Pasamos por Triacastela, a cuyo nombre se le atribuyen tres definiciones distintas: Tres Castros; Tres Torres y la última, Tres Castillos. No se sabe cuál es la verdadera.

      Llegamos a Samos: impresionante monasterio, asentado en un valle, encajonado entre altas montañas. Es el primer monasterio gallego que se edifica lejos de un Castro y a ras de tierra.

     Uno de los Monasterios más antiguos de Galicia, cuyas primeras piedras, datan del siglo VI.

     Años más tarde, el Rey D. Fruela cedió al Abad Argerico y a su hermana doña Sarra, venidos de lo “último” de tierras peninsulares, tierras de moros, el Coto de Samos, donde se practicaba vida monástica, reconstruyéndolo y engrandeciendo el Monasterio. Los moros habían asolado y arrasado todo lo que encontraron al pasar por Galicia. Estamos en el 922.

     Es muy posible que su fundación se realizase en tiempos de los Suevos, reinando Recesvinto. San Isidoro Arzobispo de Sevilla nos informa que San Martín Dumiense fundó Monasterios en el territorio de Suevia, concentrando en ellos a cuantos cristianos practicaban la vida de los eremitas. Por esas fechas se fundan los conventos de Dumio, Jubia, Tibaes, San Claudio de Rivadulla. El Máximo del Monte Agra o Rivas del Sil y otros más en el siglo VI.

     Pasamos al año 1835, el de la Desamortización de Mendizábal, que fue nefasta para el Monasterio. Todo lo de valor fue arrasado y robado. Sacristía. Biblioteca. Los dos órganos. El balconaje antiguo. La tubería que conducía el agua al convento y los metales de los tubos, también son arrancados. Una turba de desalmados destroza y mutila sin piedad a ese gigante de piedra, respetado por varios siglos y muchas generaciones. Los libros y archivos de la copiosa biblioteca se repartieron en cestas entre los aldeanos. Algunos fueron recogidos por particulares que los conservaron. En el siglo XIX se usaban las hojas de los incunables para envolver artículos de ultramarinos...

     San Julián de Samos, Monasterio Benedictino en el municipio de Samos, es un verdadero tesoro de historia y belleza. Son dos los Claustro que contiene: el más grande, o del Padre Feijóo, del siglo XVIII, herreriano, con tres pisos o tres niveles. El primer nivel, la galería abierta, con arcos de medio punto: 9 por cada lado. En el segundo: ventanas rectangulares y en el último, balaustradas. Una gran estatua del padre Feijoo, en el centro, obra de Asorey, preside el conjunto. Camelias en flor, asoman su color, aumentando su belleza.

     El segundo Claustro, más pequeño, del siglo XVI, deja ver en el centro una hermosa fuente, sostenida por Nereidas, que elevan la copa. Se conoce como “Claustro de la Naturaleza”. Hemos disfrutado de los murales, pintados entre otros artistas, por José Luís Rodríguez, el acreditado pintor coruñés, que durante tres años, convivió con los monjes, hasta rematar su obra. Visitamos la sacristía, con sus reliquias y los pergaminos de sus libros incunables. Pasamos a la Iglesia: el altar mayor, con San Julián, y los laterales barrocos, impresionantes. La Cúpula, altísima, en el crucero, con relieves de San Ruperto, San Bernardo, San Anselmo y San Ildefonso (S. XVIII) y al fondo los dos órganos y sus tubos. Un rosetón de vidrio en colores ilumina todo el interior de la iglesia, que solamente se ilumina con la luz natural que penetra por sus ventanas laterales.

     Todo esto nos lo explicó muy someramente un Monje, al mismo tiempo que nos guiaba por el recinto. Es tanto lo que hay que ver que apenas dos horas llegan a nada. Se necesita otra visita con más calma, para saborear todo lo que encierra este imponente Monasterio de Samos.

     Seguimos camino hasta O Cebreiro. Visitamos la iglesia del milagro Eucarístico. Muy cuidada, en la cima del monte. Me llamó la atención un enorme pilón de piedra, en uno de los laterales.

     Todo cubierto por la nieve, es de una belleza grandiosa. Esas estribaciones de los montes, con su quietud y armonía. Los copos blancos de los árboles, cayendo silenciosos... Comimos en una Palloza, sopa, un cocido abundante y rico, postres y licores. Quedamos muy “fartucos”, todos.

     Creo que éste recorrido por Lugo ha sido un éxito. Un abrazo y que se repita.

     Un afectuoso saludo.

Maria Rosa Garcia
Alférez Mayor de la OCMP
Vda. de Venancio Lafuente.

 

 

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